sábado, 1 de abril de 2023

La libertad y la pasión

La sensación de libertad para ser experimentada debe venir siempre acompañada por la pasión como el relámpago y trueno durante una tormenta, la fuerza que la impulsa a desatarse. La libertad con ausencia de pasión e intensidad es pasividad—aquí no entiendo la pasión como ser alguien inactivo, sino poner todo empeño en la acción, gozar con conciencia—, servidumbre e impresión de control cual dicha tempestad nombrada, pero sin luces ni estruendo en el cielo. Pasa de largo sin más y no se siente potente, sino que se tiene la seguridad de cómo será esta. Con la libertad acontece justo lo contrario. 

El impulso de la pasión la hace impredecible en su alcance y por eso los individuos padecen vértigo, tal que si nuestro estómago ascendiera cayendo en el vacío, como cuando montamos en una atracción de feria o practicamos puenting y paracaidismo, así como sucede al subir a una embarcación ante el constante vaivén de las olas. La pasión es la adrenalina de toda libertad ¿y acaso no gritamos con alegre furia e incluso izamos los brazos [lo observamos en las montañas rusas donde probablemente imaginamos que volamos como aves] cuando nos topamos de frente con la gravedad? 

Eso es libertad. Disfrutar de la caída con coraje y libres de temor. Quizás por eso a algunos pilotos les gusta tanto realizar acrobacias aéreas y emular a los pájaros, quienes con amplia certeza aman ejecutar dichos movimientos ¿qué gracia tendría si no batir las alas en línea recta, al margen de fuertes subidas y bajadas valiéndose de los vientos? ¡Qué tedioso resultaría ser ave privados de dicha diversión! 

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