miércoles, 30 de octubre de 2019

En el ignoto y ridículo rumbo que sigue el mundo, me siento fuera de escena, un individuo sobrante. Ya hace un tiempo, unos cuantos meses, en que en el transcurso de mi paseo por el entorno urbano, la sensación asaltante es la de auto-localizarme en otro plano dimensional o físico, desenfocado por entero de la lente de la realidad.
Las furibundas ráfagas de viento rebotan contra la impertérrita piel, a modo de derrotadas gotas de fría lluvia impactando en una opaca estructura metalizada. La sombra de mis ojos negros proyecta un ingente e insondable bache, dibujado allí donde debe situarse el ritmo de mis pasos.
En cuanto al cuerpo, éste adquiere un peso cadavérico__con el aliciente de que la carne sin vida estuviese mojada__y lo arrastro, tal que si cargase una pesada roca quebrándome macabramente los huesos.
Las siluetas humanas, que diviso en derredor, se transforman en maniquíes con un motor instalado. Funcionan mecánicamente, mas ni siquiera ellos saben por qué puñetas ejecutan el movimiento, ni tampoco la razón de empaquetarse en una anodina rutina, esquilmante de cualquier atisbo de alegría. Dichas sensaciones modelan una estación de tristeza atrapante, apegada a las paredes del invernal corazón y con vistas a no hibernar.
—¿Por qué os esforzáis por ejercitar la mandíbula con objeto de contentar a quienes no os devuelven el gesto? ¿qué os empuja a fingir autocomplacencia?
J.B.B

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