viernes, 8 de diciembre de 2017

LA ESCRITURA Y YO

LA ESCRITURA Y YO: UNA FORTÍSIMA AMISTAD, AUNQUE TARDÍA 

Mi amistad con la lectura arranca de la inocente infancia. Desde que retengo en la memoria, siempre anduve con un compañero de relatos en papel bajo el brazo. En cambio, la afinidad con la escritura hizo su incursión casi al llegar a la adultez. 

Pese a que en los turbulentos años de adolescencia la actividad redactora se mantuvo prácticamente bloqueada. Aún cuando por aquel entonces no había registros, datos evidenciadores del hábito de "tejedor" y "jugador de palabras", tales como notas, diarios, poemas, cuentos, etc. 

A pesar de la ausencia de huellas de lápiz y bolígrafo en páginas de cuadernos y palabras en pantallas de ordenador/móvil, soy consciente de que durante este convulso período de cambios varios, germinaron las primeras semillas de la futura emanación de manchas creativas sobre cualquier aprovechable superficie a la vista. 

Atravesado por una avalancha de desconcertantes emociones e impresiones, seña de la revolución hormonal que estallaba en mi metamórfica anatomía. Bajo esa lluvia de confusión, me afané por dedicarme de lleno a la observación y recabación de los fenómenos acontecidos a mí alrededor. 

Al nombrado entrenamiento del hábito analítico-recolector de detalles (recurso para la tarea descriptiva), le siguieron incontables episodios de aislamiento, huida y exilio de la realidad: soledad imbuida de imaginación, run-run de obsesivos pensamientos, impotencia, incomprensión y tristeza. 

Evidentemente, en medio tuvieron lugar momentos de júbilo y satisfacción para el recuerdo, sirviendo de colchón a la suicida desesperación, a la que sin lugar a dudas habría sucumbido de no haber esbozado ninguna sonrisa, y sentirme desprovisto de una electrificante sacudida, corrientazo vital de sinceras ráfagas de felicidad. 

Si bien no resulta demasiado agradable para los propios oídos, confieso que fueron dichos golpes recibidos los encargados del levantamiento del flexible y rebelde árbol de tinta, el cuál en el estadio presente comienza tímidamente a florecer, y ofrecer algún que otro fruto. 

Unas veces brotan de él cítricos poseedores de acidez y amargor notables. Otras se recoge dulce zumo de mosto. Impredecibles e ingobernables son los derroteros de la escritura. 

J.B.B

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