lunes, 4 de noviembre de 2013

El retorno de la ética de Aristóteles

En mi opinión, y sin que ésta sea impuesta, habría que poner en práctica la ética de la felicidad de Aristóteles, adaptándola a la actualidad.

Al revelarse contra lo que un@ cree injusto también estamos reafirmando nuestra identidad, porque expresamos y defendemos nuestras ideas y opiniones, participamos políticamente y socialmente, como animales "naturales" sociales y políticos que somos. Dichas voces de protesta nos definen y nos reconocemos en ellas. Pero el nivel de reacción debe ser equilibrado, para actuar de manera prudente. Esto es pensar las cosas, reflexionar, deliberar, elegir cual es el mejor camino que se ajuste a la realización en la práctica de nuestros pensamientos, trasladar a la práctica nuestros deseos e intenciones. Esto es el aspecto intelectual, la recta razón en armonía con el buen carácter (aspecto afectivo), pasiones, deseos y sentimientos, voluntad, por el bien de la gran comunidad, la humanidad, basandose en el respeto claro, tomándola como fin. Esto según Aristóteles se denomina "inteligencia deseante" y "deseo inteligente", y siempre según la balanza entre las cosas, el término medio, que permite obrar bien, con justicia y nos aleja de desmedidas acciones que desemboquen en daño y violencia... Al final el individuo será feliz, porque realiza bien aquella actividad que le es propia y efectúa, igual que el músico que desea tocar lo mejor posible un instrumento, o el escultor que desea esculpir la mejor de las esculturas, igual sucede con el buen obrar. Porque el fin del ser humano en la práctica debe ser igual que el de ese músico, herrero, artista, el del arquero al hacer diana, el blanco es el buen obrar. Todo ello es posible gracias a adquirir unas buenas costumbres, una educación de los valores en su casa, comunidad que le lleva a poseer conciencia, diferenciar lo bueno frente a lo malo, poseer una moral.



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