martes, 15 de marzo de 2022

De la alegría como apariencia y necesidad

Comienzo a creer que con las alegrías ocurre como con el vino o alcohol y otras drogas conocidas. Ambos comprenden un sortilegio en el que caemos para que los colores apagados de la vida luzcan más vivos y perdamos la conciencia. El dolor queda en el vaso-copa, y en la alegría lo que genere el sentimiento que aúpa el corazón en la memoria. Probablemente la evolución tejió las sustancias que contribuyan a elevar las aguas, agitar el mar aburrido sin las aventuras salvajes de las grandes columnas de agua, con objeto de caminar erguidos y no yacer tumbados en la noche de los tiempos. Hechizos para el cerebro y que nuestra obra salga de la monotonía real. La alegría es la mentira que nos contamos frente la melancolía y apatía que envuelven al mundo, una venda en los ojos que nos colocamos con sumo gusto con vistas a esquivar nuevamente la mancha, lo que atenta contra la pervivencia. 

La semilla oculta de nuestra vitalidad, la salud, es una cubierta más, una pátina, cáscara que guarda la enfermedad invisible durmiente que ninguno de nosotros tiene intención de aceptar, sino que no duda en calificarse de sano, contento, sin problemas. No obstante, se contradice y requiere del dopaje, la embriaguez que le procura la alegría, esa amplia ventana con vistas a un precioso jardín, florido para la retina, enamoradamente aromático para las fosas nasales, tentador al tacto e incitador de la salivación-tabú sexual - ¿qué es la belleza, sino el recuerdo de la juventud, lo que lucía eterno y fresco entonces? ¿acaso no es la alegría la remembranza de esa pequeña selva que ha sido talada y arrancadas con violencia sus más tiernas y lindas flores y plantas? ¿qué es la alegría, sino la ebriedad de quien se declara abstemio y no prueba ni una gota de alcohol, pero siempre anda sediento de librar una revolución bioquímica en su torrente sanguíneo cual divino don traído por Baco? 

Ciertamente la alegría es un bulo necesario, lo mismo que otros artificios que fabricamos desde el alba hasta la salida de los búhos; la capa del dulce sueño que efímeramente anula el efecto de las espantosas pesadillas. El Edén, paraíso inocente, niñez, sin atisbo de dolor, bien y mal.

J.B.B

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