jueves, 26 de octubre de 2017

MICRORRELATO

Ya no sabía dónde estaba él. Y eso era algo bueno. Posiblemente, sopesaba- La mejor manera de tratar con el mundo, es no definirse, y dejar de ser ¡¡¡A la mierda las esencias metafísicas!!! gritaba su conciencia. Evidentemente, condicionará algo la genética, pero tampoco es que nos limitemos a una combinación azarosa de genes, alelos dominantes y recesivos. 
Proseguía con sus cavilaciones- La existencia es en gran medida cultural. Cabe que el individuo se construya personajes, y ensaye durante años sus variopintos papeles. A pesar de ello, nos guste o no, cargamos con las cadenas de la biología. Errores del existencialismo filosófico (a su entender) el haberla suprimido por completo. Fifty, fifty, 50%. Nada es absoluto. 
A lo mejor la verdad, sea lo que sea, es algo a medias. En otras palabras, una mezcla, eclecticismo, estilos múltiples, combinaciones, análogas a ese código genético elemental, en el cual se cruzaron, e intercambiaron ingentes masas de información. Una gran muestra de diversidad y pluralidad. 
Mencionaban en el filme "Blade Runner 2049", que "los datos hacen al ser humano". Justamente. Somos un torrente de datos, posibilitador de todo este elenco teatral existencial. El resultado es una obra absurda y confusa, ideada por la compleja naturaleza. "Natura naturans"- universo, o substancia infinita, la llamó el filósofo Baruch Spinoza. 
Y todo comenzó con una violenta explosión... Buena metáfora de la insignificante, ruidosa y turbulenta vida, que nos toca vivir, y en palabras de otro pensador, Schopenhauer: "sufrir".

J.B.B

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