La katana de Yoshi San se tiñó de un incendiario y refulgente color rubí, un anuncio del crepúsculo de su alma...Lo último que divisó su retina antes de alcanzar la budeidad y tras cerrar los ojos, cual suave velo tapando su ser, fue su vetusto abdomen fundido con la espada. El frío metal entró en la endeble y arrugada carne. Había recobrado el honor, y su estoico camino al fin desembocó en la paz de una larga vida ejercitada. Yoshi abrazó el poético momento y se entregó de lleno a la iluminación, a las puertas de la serenidad eterna. Abandonando el mundo, un último haiku recitado:
Cae suave
Pesada piedra
El pájaro mudo
La paz
Del ruido hueco
Del ruido hueco
Últimos pétalos
Los más bellos de todos
J.B.B
J.B.B
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