domingo, 30 de diciembre de 2018

LA CONDUCTA Y NECESIDAD DE SER PROSOCIALES

A mi parecer, el sentimiento de desesperación desaparece pasado un intermedio y saludable periodo de aislamiento, aunque ella se incentiva, ascendiendo la sensación del absurdo hasta el grado de hastío y fatal hallazgo de medios mortales para emanciparse del mismo, si éste (el absurdo) se prolonga demasiado tiempo. El individuo precisa de calor, compañía y cohesionarse con "el otro" (otredad) en el lenguaje.

A la larga, se evidencia que la conducta primaria del ser humano, pese al cansancio del ajetreo, el bullicio, currro_para los afortunados de ganar un sueldo y no ser tratados como alienados constructores de las pirámides egipcias_ del tumulto diario en las grandes y pequeñas urbes, en términos evolutivos es prosocial.

El mito romántico de los literatos y pensadores London, Burrows, Schopenhauer, Kiplin, Dostoievsky, Kafka, Sartre, Woolf y compañía, del que se apropia todo hijo/a de vecino/a, incluso los despreciadores ideológicos de la propiedad; el del ser asocial, misántropo, resentido y desentendido del rumbo del curso cotidiano del mundo, y eterno lobo ermitaño de intensas creencias solipsistas (únicamente es real el yo o sujeto. El mundo externo y demás entes es un producto de su mente), puesto a prueba, resulta tan endeble como las horas de cualquier día semanal.

A fin de cuentas, transcurridos los años, Zaratustra tuvo que descender de la montaña y enseñar la nueva moral a otros entes existentes: compartir la vivencias e impresiones en las alturas. Mi tesis: La soledad sine die (sin fecha de stop), la pérdida de la razón (recreemos al pobre prota del film Náufrago" inventándose a su fiel amigo Wilson, el Viernes de Crusoe)  y el suicidio se hallan hipotéticamente hermanados. Ni siquiera en el fondo de un vaso de ron o whisky escocés, halla consuelo el bebedor con butacas vacías a su lado.

J.B.B

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