sábado, 4 de marzo de 2023

Un sábado cualquiera

 Un sábado con un buen y cremoso café. Barraquito se llama este, con canela, limón y dulce de leche. Bautizado con licor a gusto del consumidor. Bautismo, conversión, profesión, fe. La fe es irracional como el amor y el café ¡pero con qué gusto se vuelve uno devoto de aquel! El café es una religión sin autoridad ni dogma. Quien quiera lo toma, pero el que lo bebe abraza, momentáneamente, el tejido de los etéreos sueños y recupera el aroma del beso del amor que recabamos en la memoria, pero guardando lo agradable de él. Nadie decide de quien se enamora, como tampoco elegimos que nos guste algo. Tampoco escogimos nacer ¿qué decisiones llevamos a cabo en realidad? Eso sí. Elegimos liberarnos del sufrimiento mientras degustamos algo, como un acceso al nirvana.  Dulce néctar que libamos. Polen para oxigenar la impredecible y escurridiza alegría. No dura mucho, pero las mejores cosas son efímeras. Lo bueno pasa deprisa. El tiempo es relativo.

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