Casi siempre resulta más atractiva la imagen de una cosa u objeto en la lejanía que la estancia o asentamiento en él/ella. A la belleza le sucede algo similar. Embruja y seduce la idea de la belleza mucho más que el disfrute o goce cuando se percibe en el directo. El deseo se nutre de este procesamiento-funcionamiento y se devora a sí mismo, con hambre del siguiente una vez se satisface. Así, nunca le basta. El concepto alimenta un estado de llegar a lo [...]
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